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La Puerta de Osario



 Se crea a partir de dos grandes torres reedificadas después de la conquista cristiana.


En el año 1731, Su nombre hace alusión a los abundantes restos óseos hallados en sus cercanías donde al parecer existió una necrópolis, y como consecuencia de la búsqueda de una hospedería para los ermitaños que bajaban a la ciudad que viniera a sustituir a la que mantenían en la Ermita de Nª Sª de las Montañas, se solicita por parte del ermitaño venerable Francisco de Jesús la cesión por parte del Ayuntamiento del espacio entre las dos torres que componían la Puerta de Osario. En el año 1799, se produce la demolición de la muralla que corría entre la Puerta de Osario y el Convento de Capuchinos. En el año 1831, se entrega el uso a los ermitaños del Desierto de Nª Sª de Belén, que rebajaron considerablemente la altura del arco, perdiendo gran parte del encanto de la puerta. A principios de siglo XX y como consecuencia del estado de las torres, los Ermitaños solicitan al Ayuntamiento la posibilidad de derribar la Puerta de Osario a su costa a cambio de un solar en la calle Caño, así como 7.000 pesetas, cuestión que fue aceptada por parte del Ayuntamiento, produciéndose la demolición en el año 1905



Según cuenta Jose Maria de Mena en su libro “Curiosidades de Sevilla “



En aquellos tiempos, siendo la Puerta Osario el vano de la muralla por el que salían los cadáveres camino del cementerio, había junto a la puerta un curioso cartel.

Según aquel cartel, cada muerto que salía por aquella puerta debía pagar a un hombre apostado junto al arco un maravedí. Pero en una ocasión el ayuntamiento se puso a controlar los impuestos municipales, y se dio cuenta de que el consistorio en ningún momento había impuesto el pago de una moneda por pasar con un cadáver por la Puerta Osario. Fue entonces cuando llamó al cobrador a audiencia de los mandamases de la ciudad, para que se explicara.

Aquel hombre respondió: “Señor, yo estoy en la Puerta Osario con mi mesa, un papel y un tintero. Muerto que sale, maravedí que cobro. Así lo hizo mi padre y así lo hizo mi abuelo, y así lo hago yo”. El ayuntamiento estaba desconcertado, ya que descubrió que en ningún momento se había implantado desde la casa consistorial aquel tributo ni cuándo había empezado a cobrarse.

Según los cálculos, aquel impuesto llevaba al menos cien años cobrándose, sin que el ayuntamiento hubiera visto una moneda. De hecho, el hombre aseguró que el dinero se lo quedaba y que de él vivía, como habían hecho sus antepasados. El hombre no quedó libre, sino que fue condenado al destierro. La noche antes de abandonar la ciudad, dejó colgado de la puerta un cartel que decía: “Viajero: llegas a Sevilla, la ciudad del desorden y el mal gobierno”.

Curiosamente, el cartel no fue retirado inmediatamente, ya que ayuntamiento y autoridad militar no se ponían de acuerdo para decidir quién debía eliminar el cartel de la puerta de la muralla. Al final, aquel desacuerdo entre fuerzas del orden hicieron visible que lo que el cartel decía era cierto.Principio del formulario